Y como toda historia, nuestra travesía tuvo sus anécdotas:
Como la de la gaviota de San Juan de Gaztelugatxe que veía demasiado real el aparejo y acabó enganchada haciendo de cometa…
O la parrilla que iba de adorno a popa en la piragüa de Txorri. Algún paseante curioso la había observado en alguna playa que paramos. Hasta que en la etapa de Hondarribia, una lubina y un verdel tuvieron la mala suerte de picar. Parecíamos náufragos haciendo la fogata en aquella cala de piedras…
Ni que decir tiene que el único integrante que no era del oficio aguantó las consabidas “turradas” del kurro.
La temida galerna que amenizaba nuestras conversaciones, apareció el penúltimo día cuando intentábamos salir de Zokoa. A parte de ese día el buen tiempo nos acompañó y menos mal porque si no, nos morimos de risa con el impermeable de parvulario de Julen.
Pero esta historia no tiene final de momento porque todos nosotros estamos pensando en repetir por otros mares…

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